La contradicción fundamental en la Turquía contemporánea se puede ver en el cruce entre esas manifestaciones angustiadas y el miedo compulsivo al Ejército. Por un lado, la religiosidad está unida a la democracia, pero, por otro, el laicismo parece ir unido al militarismo. La idea de que el poder religioso y provincial está usurpando el de las clases dirigentes urbanas y laicas no procede sólo de que haya personas religiosas en la política turca; es una manifestación de la intolerancia del laicismo. En Turquía, el laicismo sigue siendo el criterio simbólico esencial para definir si un ciudadano tiene todos los derechos, y es la expresión del monopolio económico y cultural del "centro", el núcleo social. Quienes no cumplen ese criterio se ven castigados. Por ejemplo, las jóvenes que llevan pañuelo no tienen derecho a estudiar en la universidad, y las personas religiosas, en general, sufren una discriminación comparable a la que han sufrido históricamente los negros.
(para leer este interesante análisis de Ali Bayramoglu, publicado en El País el 10 de mayo pasado: