Izmir, Konak, 20 de diciembre
Hay algo de Les cabines de bain de Monique Lange y algo de La muerte en Venecia en estos largos paseos matinales por el fascinante Kordon de Esmirna, la ciudad que me ha capturado.
¿Cómo podré volver a vivir sin este mar, sin este horizonte infinitamente azul? ¿Cómo salir indemne de Esmirna? ¿Cómo no temer los días sin la inmensa bahía, sin los barcos, las gaviotas, el viento frío, las lágrimas a punto de brotar de los ojos deslumbrados? ¿Cómo olvidar esta sensación de estar salvado y a la vez condenado en y por Esmirna? ¿Por qué haber venido a este lugar mítico, sede y depósito de tanto dolor, herida, pérdida, refugio de almas y de fantasmas, lugar abierto por el que ir al cielo o al infierno?
Hay algo de Les cabines de bain de Monique Lange y algo de La muerte en Venecia en estos largos paseos matinales por el fascinante Kordon de Esmirna, la ciudad que me ha capturado.
¿Cómo podré volver a vivir sin este mar, sin este horizonte infinitamente azul? ¿Cómo salir indemne de Esmirna? ¿Cómo no temer los días sin la inmensa bahía, sin los barcos, las gaviotas, el viento frío, las lágrimas a punto de brotar de los ojos deslumbrados? ¿Cómo olvidar esta sensación de estar salvado y a la vez condenado en y por Esmirna? ¿Por qué haber venido a este lugar mítico, sede y depósito de tanto dolor, herida, pérdida, refugio de almas y de fantasmas, lugar abierto por el que ir al cielo o al infierno?